Periodo de ejecución: 2016 – 2018
Inversión: Intervención realizada de oficio por los técnicos del IPCE
En 1937, junto al camino viejo de Valsadornín a Gramedo, en Palencia, fue encontrada una ocultación de antoninianos –monedas romanas del siglo III– contenidos en un caldero u olla común de cocina. Este conjunto se conoce como tesoro de Valsadornín.
Los antoninianos comienzan a acuñarse con Caracalla –Marco Aurelio Antonino– en 214 d. C., y son fácilmente identificables ya que los emperadores están representados con una corona radiada en alusión al Sol y las emperatrices con un creciente –la Luna– en su parte inferior. Acuñadas en una aleación de cobre/plata, presentaban un contenido inicial de plata del 50% que, con el tiempo, irá disminuyendo hasta llegar a un 2% o simplemente a monedas blanqueadas con cinc y plomo, como la mayor parte de las monedas de este tesoro. En los reinados siguientes a Caracalla, el peso y diámetro de también decrecería de manera gradual.
El conjunto fue en parte expoliado tras su descubrimiento, perdiéndose cierta cantidad de monedas y resultando muy dañada la parte superior de las paredes laterales del recipiente. El caldero pudo contar con una tapadera que también se perdió. Cuando se encontró pesaba unos 45 – 50 kg reducidos actualmente a unos 28 kg.
En 1951, el caldero con el bloque principal de monedas fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional y en Palencia quedaron 2.421 monedas sueltas. Con posterioridad a su ingreso en el MAN se han ido desprendiendo monedas –de forma individual o aglutinadas (102 monedas) – además de fragmentos del propio caldero.
En 2016, debido a su estado de conservación, ingresó en el IPCE para su estudio y restauración. El caldero se encontraba muy deteriorado y deformado a causa de su escaso grosor (0,26 mm), con numerosas áreas plegadas, hundidas, alabeadas, fisuradas y fragmentadas; y depósitos arcillosos de color ocre. Las pérdidas de material dejaban ver la acumulación y disposición de las monedas del interior.
Las monedas, completamente compactadas, tenían el mismo depósito de naturaleza arcillosa denso, grueso y cubriente en toda la superficie y en las depresiones del relieve con un alto grado de alteración superficial. También podía apreciarse la corrosión del cobre, en forma de una compleja alternancia de capas de malaquita y cuprita, intercaladas con sulfuros de plata y depósitos de carbonato de plomo (cerusita). La mayor parte tenían adherida a su superficie restos de otras monedas, que al haber sido arrancadas violentamente se partieron dejando fragmentos superpuestos, o todo lo contrario, llevándose parte de la moneda subyacente. En este estado, la legibilidad de los relieves completos era difícil, confusa o prácticamente imposible.
Debido a las peculiaridades del conjunto no se consideró conveniente someter al objeto a ningún tratamiento acuoso que pudiera inducir al desarrollo de sales o humectar las arcillas ocluidas en el interior del objeto; por eso, y tras realizar distintas pruebas de limpieza se optó por la utilización de microabrasímetro con microesfera de vidrio con el que se consiguieron limpiezas uniformes y relativamente rápidas, además de eliminar los gruesos depósitos deformantes. Este sistema también permitió alcanzar monedas en segundo plano y bordes. Para las monedas sueltas se utilizó el mismo sistema.
Una vez limpio también el recipiente, se vaporizaron los escasos cloruros de cobre que presentaba y se dio un acabado final mediante láser. Posteriormente se procedió a la unión de los fragmentos sueltos que acompañaban al conjunto. Debido a su poca estabilidad estructural se reintegraron algunos bordes del recipiente, rellenando también las fisuras. El tratamiento finalizó con la aplicación de varias capas de protección.